lunes, 12 de julio de 2010

Niñerías


Tengo un muñeco de trapo que sufre y llora. Duerme conmigo y siempre está ahí. Su nariz lastima mi espalda, yo lo empujo con el codo, con las rodillas. Me roba el espacio, ocupa. Abre sus manos desorientadas: una hacia acá, otra hacia allá. Como me enojo se arrincona. A veces se cae de la cama y sobre él, un libro pesado. Pero también sucede que lo abrazo, que lo miro. Juego con su carita antropomorfa, cuando estoy distraída delineo su boca con mis dedos. A veces la gente que entra a mi habitación lo agarra en sus brazos. Yo no quiero.

Entonces se lo quito, lo pongo debajo de la cama. Lo saco. Lo abrazo. Este muñeco no habla, pero sí llora. Lo escucho lloriquear a menudo. Mi cama es mi mundo, él está ahí bajo mi sombra. De seguro sufre. Soy su dictadura. Yo hablo. Yo pienso. Yo decido.

1 comentario:

Mauricio Vallejo Márquez dijo...

Y hay amor por el muñeco, y de él por ti.